viernes, 19 de febrero de 2010

PERO VOLVÍ


Después de un rato se sentó abrazando las rodillas. La piel arrebatada por el sol escondido detrás de un nubarrón se enterraba en la arena todavía húmeda. El viento espeso zarandeaba el pelo castaño claro que rozaba la cintura; a pesar de la vincha extensa fabricada con un pañuelo turquesa.
No tan lejos cañas de pescar atrapadas en gigantescos bidones repletos de agua sucia luchaban contra la marea al mismo tiempo que algún perro curioso mojaba su hocico en la espuma desafiante.
Mente en blanco, el alma a flor de piel dejando escapar el espíritu frente a la paz infinita de la naturaleza. Olor a yerba recién mojada, pelotas rebotando por el aire, risas, libros, juegos de naipes o cualquier aliado óptimo para lograr escapar de la opresora vida rutinaria.
Sentir que no importa si llueve o no, no ver un puto noticiero en diez días, llenarse de música, comer, dormir a cualquier hora, pasar de la cama a la silla sin demasiado esfuerzo y aburrirse de no hacer nada.
El ceño se fruncía frente a la resolana mientras hacía un pozo con los pies desnudos, la cara tirante por los restos de sodio y un auricular enredado en el cuello. Mantuvo la vista fija hacía el frente por veinte minutos, estiró las piernas sacudió la lona, volvió a recostarse y suspiró ¿Volver? Ni a palos…