lunes, 3 de agosto de 2009

CUELGUE


Mientras la lengua apretaba contra el paladar un caramelo Suchard súper ácido los ojos achinados miraban hacía afuera a través de un vidrio manchado. Una frenada potente, de esas que dejan huellas en el asfalto, atrajo su atención; aunque fueron miles de pensamientos cruzados los que mantuvieron la vista fija por algunos minutos más.
Afuera los autos iban y venían, los perros olfateaban bolsas de basura, chicos a montones salían de la escuela, el reflejo del sol tímido que obligaba a fruncir el ceño. Adentro una radio de fondo, una canción que coreaba una y otra vez “quedate despierta, no me olvides” sonaba del único auricular colgando del oído izquierdo, murmullos, risas y ruido a cubiertos; la espalda acalambrada pidiendo cambio de posición, las piernas largas enroscadas debajo de un escritorio y una Bic negra garabateando estrellas en una hoja cualquiera.
Transportarse aunque sea con la mirada, las ganas de estar allá donde quiera que sea y no acá, el delirio de salir por esa puerta para nunca más volver, la necesidad de encontrar un porque al ¿por qué? La esperanza de que algo mejor tiene que haber se desvanecía ante cada timbrazo del incansable teléfono que dividió la realidad de la ilusión.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Evange, trasmite mucho. Algún día la ilusión no tiene q ser interrumpida por un teléfono, o q sea una ilusión..

bso, luc