viernes, 6 de agosto de 2010

SIEMPRE LAS 3


La escarcha soberbia se resistía a los rayos del sol. La sensación bajo cero calaba los huesos mientras el invierno ancestral remontaba vuelo en épocas inexplicablemente tropicales; al mismo tiempo los recuerdos del alma retrocedían hasta una infancia mucho más fría pero sin dudas inolvidable.
Completar papeles, atender llamados, contestar por inercia, pensar en nada. Llegar de mañana, observar el sol del mediodía, Mirar sin mirar. Pispiar el reloj perpetuo queriendo escapar. Son las tres, apenas las tres, Estar ahí sin quererlo, teniendo que estar.
Ojos inmóviles atrás de una vidriera pidiendo entrar a pesar del cartel que ladra “timbre”. Una vez más el chillido del teléfono mientras un capuchino se enfría solitario en una taza blanca y verde.
Charlas virtuales y una canciòn palpitando en un sólo auricular. Detrás del monitor alguien le roba una sonrisa en momentos de escasa lucidez.
Estar ahí sin quererlo, teniendo que estar. Y otra vez las tres, apenas las tres, siempre las tres.

1 comentario:

maria laura dijo...

Muy bueno.Refleja perfectamente lo que muchos sentimos.