domingo, 31 de agosto de 2008

MOTORALMAISANGRE EN SANTA FÉ


Viernes a la medianoche, cuando el rocío le ganaba la pulseada al viento perturbador que se agitaba sobre Av. Rivadavia, Martín esperaba ansioso parado frente a un micro amarillo de dos pisos. La remera verde le iluminaba la cara y sus ojos claros se encendían cuando de apoco iban llegando amigos y los amigos de sus amigos.
Así entre risas y abrazos cargaron desde bolsos, mochilas hasta parrillas y conservadoras preparándose para emprender un viaje entre místico-turístico y libertario.
Con la intención de recorrer el país de la mano de su último disco TruenoTierra (editado en 2006) La Renga volvió a las rutas argentinas y Rafaela, Santa Fé, fue la parada elegida para el último sábado de Agosto. Así la banda de rock más grande del país salió al ruedo con su parafernalia rocker antes de un posible show en Buenos Aires cerca de fin de año.
El pasto tibio auspiciaba como refugio ideal después del viaje; los rayos del sol se posaban suavemente sobre las pieles desnudas al mismo tiempo que un viento fresco condimentaba el ambiente. La parte de atrás de un viejo horario de tren de la ex línea Gral. Roca y una lapicera perdida entre la ropa de abrigo fueron los responsables de albergar esta crónica. La inspiración surgió sin querer alimentada por un escenario privilegiado.
El humo de las parrillas sobrevolaba las copas flexibles de árboles frondosos mientras tanto dos perros té con leche se acercaban amigablemente. Alrededor infinidades de banderas flameaban atadas a postes improvisados; Samborombón, Ituzaingó, José C Paz, Monte Grande, Bunge, Berazategui, Entre Ríos, Florencio Varela, Córdoba estaban presentes. Tribus de todo el país se congregaron una vez más para alentar a la banda que sin dudas y meritoriamente heredó la mítica liturgia ricotera.
A las cinco de la tarde tres chicos se acomodaban en el complejo “El balneario”, una plaza gigante ubicada a veinte cuadras del estadio, cuando Álvaro se acercó curioso al fogón. Tenía un pulóver azul escote en V y pantalones de sarga gris, una barba canosa de días le cubría los surcos que le atravesaban el rostro. Se agachó y casi susurrando indagó
-Me parece que esos chicos están discutiendo…
Prácticamente a coro le respondieron
-Quédese tranquilo abuelo, no pasa nada.
La conversación iniciada casi como excusa continuó apenas por unos minutos, hasta que Álvaro se alejó sonriendo. Las horas transcurrían inmersas en un día majestuoso que indudablemente aminoró la espera tanto del público como de los lugareños sorprendidos. No faltaron murgas, partidos de fútbol, siestas al aire libre y muchos stereos a todo volumen.
Finalmente el sol se escondió temeroso dando paso a la parte final y el leit motiv de la jornada. En pocos minutos la calle Roque Sáenz Peña se vio invadida de miles de piernas que caminaban apuradas, a los costados remeras de todos los colores y tamaños relucían en puestos ambulantes improvisados.

Tras dos vallados y un control exhaustivo el estadio se asomaba como una bestia de cemento en medio de un barrio demasiado tranquilo. Adentro la típica previa iba cobrando vida, junto a bandas amigas como La Loca Alicia. Sobre uno de los arcos el escenario se imponía frente al primer golpe de vista; el rojo furioso sobresalía ante los demás colores. Una caverna oscura recubierta de estalactitas y estalagmitas custodiada en los laterales por pantallas enormes a las que se le sumaron dos cabezas de lobo inflables en el tema “La Boca De Lobo” recrearon el recinto en el que durante dos horas y medias amparó a la maquinaria de rock más impresionante. Desde allí la energía se expandía por doquier hasta perecer en un mar de 20.000 almas que se entregaron tras cada rugido de la garganta de Chizzo.
Esta vez el repertorio fusionó con prolijidad temas de todas las épocas, desempolvó otros como “Cortala y Olvidala” y alcanzó puntos de euforia y emoción infinita en cada acorde de “El Viento que Todo Lo Empuja”, “Cuando Vendrán” y “El Final Es en Donde Partí” donde espesas nubes de tierra se mezclaron con las luces, el humo y el sudor formando un manto sobre el más parejo y compacto de los pogos. Dejando para el cierre un clásico que termina de coronar un camino forjado con pura evolución musical y poética formidable: “Hablando de la Libertad”, una canción pavorosa que deja a flor de piel el espíritu de una banda capaz de hipnotizar masas con su sola presencia sobre las tablas.
La madrugada nos sorprendió en la ruta, los ojos entreabiertos intentaban mirar por la ventana y el reloj al mismo tiempo para lograr una rápida ubicación. El olor a tabaco impregnado en la nariz dificultaba la respiración mientras el frío entumecía la yema de los dedos. Faltaban solo algunas cuadras para llegar a destino cuando un murmullo unánime recorría los pasillos del micro con anécdotas de horas pasadas. Un viaje, infinitas historias y una sola reflexión “la memoria de los viajantes es el tesoro más grande que hay”

7 comentarios:

PABLO U dijo...

Muy buena la última frase.

Saludos!

Anónimo dijo...

Q cronista la evange! emmmm, vos cursaste con malharro? jaa

Beso

Anónimo dijo...

fue mío el comentario anterior loka, luc

Anónimo dijo...

Pablo:
La verdad voy a ser sincera. Justo la última frase, esa que parece que te gusto y te llevo a dejar ese comentario no es mia. Qué lastima....

Luc: JAJAJA gracias!! y sí cursé con el gran Martín Malharro. De algo me sirvió romperme el tujes un año entero.

Evan

Andrés dijo...

Casi que me imagino la situación, como si hubiera estado ahí.

Muy buena crónica
(Si aceptás mi critica me hubiera gustado más detalles del recital, porque la descripción del contexto es buenisima).

Andrés.

Anónimo dijo...

bravo por el blog, que sigan los posteos. Juan Pablo Peralta
www.portaldelperiodista.blogspot.com

Anónimo dijo...

Andrés: Obvio que acepto tu crítica, de ellas se aprende a mejorar. Es verdad que falta algo más sobre el show, pero me fui a la mierda con todo lo que escribí y después resumí un poco. JA!!
En realidad no puedo ser objetiva con un recital de la renga, es algo inexplicable....
Bue, salvo que no escuche nada como en el autodromo....ese día si que me enojé.
Gracias por el comentario

Evangelina