viernes, 13 de marzo de 2009




VIERNES 13


Me levanté temprano con la ilusión de que la frase "Al que madruga Dios lo ayuda" pudiera ser verdad. Pero como no creo en Dios, digamos que más bien fue la urgencia de que el día transcurra lo más rápido posible lo que me hizo encarar todo de otra manera. Sí por fin viernes, el último escalón de la semana que nos dejará en el umbral del alpedismo absoluto durante 48 escasas horas.
Viernes de “limadura” anunciaba Pergolini una vez más en el aire de Rock & Pop mientras el ritmo del reggae le ponía banda de sonido a una ducha reparadora.
Terminaba de arquear mis pestañas con rimel negro al mismo tiempo que me peinaba el pelo que ya araña la cintura. Tomé agua, preparé la mochila Adidas negra, agarré las llaves saludé y salí camino a la estación.
Saqué boleto, guardé el vuelto en el bolsillo trasero del jean y busqué la sombra del árbol más próximo. Al instante el ruido de la locomotora se filtró en los auriculares del walkman, me trataba al estribo cuando una nube espesamente negra salía con furia de la maquina. Panorama casi común tiendo en cuenta el estado deplorable del clásico TMR. Así que busqué un asiento en la ventana y esperé la partida.
A los cinco minutos estaba corriendo un colectivo de la línea 219 porque la maquina no quería arrancar. “Tenemos como para una hora mínimo” dijo el guarda entre dientes para no ser atacado por el pasaje.
11:05 estaba en viaje hacia la cuidad de Quilmes. Entre semáforos, las frenadas en todas las paradas existentes y más llegué a la estación de de la cuidad cervecera pasadas las 12 del mediodía. Una hora tardó, cuando es un viaje de 40 minutos como mucho. Me acordé de todos los niños que entraban y salían de la escuela, de sus mamás, de la mamá del chofer y sobre todo de todas y cada una de las madres de los que trabajan en el Ferrocarril ( que dicho sea de paso ayer a la tarde me dejó varada cuando cancelaron el tren que me llevaba a casa).
Así que bajé de ese bondi, me subí a otro, agradeciendo a mi colección oculta de monedas. Rumbo a la oficina quise avisar al trabajo que llegaba tarde y caí en la cuenta de que el celular no tenia batería. Obvio improvisé un sin número de puteadas de esas que me salen sólo cuando estoy muy enojada.
Lo peor fue cuando llegué y tenía gente esperándome, los teléfonos que sonaban todos juntos, problemas, más problemas, un compañero enfermo, mi jefe en el médico y yo solo con dos manos.
De pronto aquella dulce melodía de “ Friday I’m Love” que rebotaba en mi mente fue desplazada bruscamente por la tétrica cancioneta que repetían una y otra vez las nenas rubias que saltaban la soga en las pesadillas de Freddy Krueger….uno dos tres ya viene por ti…….
Parpadeé intermitentemente para intentar despertarme. Pero no, todo era producto de la más pura realidad. Después de todo si no estaba soñanado Freddy ya no era un problema para mí; eso sí quiero a los trenes lejos .

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