martes, 18 de octubre de 2011

LA RENGA EN CÓRDOBA


EN UN RINCÓN DE LAS SIERRAS DONDE ARDEN LAS ESTRELLAS

Después de la suspensión de la gira Algún Rayo tras el accidente producido en el Show en El autódromo de La Plata La Renga volvió a tocar en vivo en Jesús María, Córdoba.


El 30 de Abril de 2011 marcó un antes y un después en la historia de La Renga. Aquel 30 de Abril otro acto de total irresponsabilidad nos demostró que nos cuesta aprender de los errores, el 30 Abril nos escupió en la cara que no tenemos memoria, el 30 de Abril otra imprudencia se llevó la vida de Miguel “Keko” Ramírez.

Aquel accidente puso al rock una vez más al alcance del dedo detractor del resto de la sociedad a la que le encanta hacer leña del árbol caído. Otra vez la tragedia, otra vez la pérdida de un alma joven, otra vez chocarnos de frente con grietas de un país con carencias peligrosas.

Un golpe durísimo para una banda que más que como empresa funciona como familia. Uno de los pocos músicos que siempre cuidaron a su público al mismo tiempo que tratan de crear conciencia y alimentar valores como el respeto, la unidad, la amistad. Una pérdida que los llevó a tomar la decisión de suspender toda una gira programada y llamarse a la reflexión.

Después de varios meses de silencio la banda de Mataderos resolvió reencontrarse con sus seguidores, ponerse a prueba y volver a darle vida a la bestia rock. La banda con más convocatoria del rock argento, la única heredera del mito y rito de Patricio Rey. La Renga fue capaz de todo eso siempre enarbolando la bandera de la independencia, más de 20 años de una trayectoria que fue creciendo hasta volverse vigorosa a puro mérito, con pasos lentos pero firmes.

Viernes a la noche a pocas horas de que el mes se partiera al medio la lluvia le daba paso a un cielo renegridamente abierto. Noches calmas pero aún frescas viven en una primavera con altibajos que luchan por dejar atrás al crudo invierno y ganarle un poco más de tiempo al cada vez más ferviente verano argentino.

Dejar atrás la cuidad con entusiasmo, llenar la mochila con lo necesario, apaciguar la ansiedad y partir como sea. Abrir un paréntesis en la vida rutinaria, irse a buscarle una verdad al corazón, compartir la pasión por la música con miles de almas capaces de comprender ese enorme sentimiento libertario que alimenta corazones aún en momentos de sequía espiritual.

La cita era el sábado a la noche en Jesús María, Córdoba. Lágrimas de un bostezo repentino salaban los labios secos mientras las manos inquietas sacaban un Camel de una caja de cartón arrugada. Cuando la última bocanada de humo se esfumaba en el aire alguien llamaba por teléfono para anunciar la pronta llegada del micro. A los 15” una puerta amarilla y blanca se abrió despacio, adentro alguien invitaba a subir entre algarabía, canciones y murmullos superpuestos. Saludar, tomar ubicación y al fin partir en busca de aquel destino.

Salir de noche, dormir, reír, despertar, recorrer casi 12 horas de rutas. Subir, bajar, llegar. El día los recibió con claridad, el sol inmenso pegaba con fuerza en las remeras negras, las copas de los árboles todavía un poco flacos se agitaban como adormecidas. Cientos de micros de larga distancia estacionados en fila india, la música siempre de fondo, banderas que anuncian barrios, ciudades y provincias vecinas. Infinidad de zapatillas dejando sus huellas por doquier.

Buscar un lugar donde acampar hasta la hora del show fue el siguiente paso a seguir por los recién llegados. El humo de las parrillas le hacía cosquillas a los estómagos ansiosos, un mar de gente apostada a la orilla de un río seco como una postal agreste entretuvo el día. Mientras tanto los más perezosos venían en camino.

Una estación pintoresca también ofreció refugio cuando el atardecer remontaba vuelo. El show se anticipaba 20.30 hs. aunque un poco reacios a la puntualidad de a poco todos emprendían la peregrinación al anfiteatro José Hernández. Lentamente las banderas fueron copando paredes, barandas, alambrados al mismo tiempo que otras flameaban en el centro de lo que más tarde sería un pogo extraordinariamente compacto. Miles de cabezas una al lado de la otra, miles de almas sudando emoción por un rencuentro significativo tanto para el público como para los músicos.

Pasadas las nueve de la noche cuando las luces del escenario se fundieron en el calor del aliento incansable de la gente los acordes de Canibalismo Galáctico rebotaron en los pechos dando comienzo a un show poderoso y emotivo. Pegado siguió A Tu Lado y el delirio envolvió el estadio en un única voz; el final del tema le dio paso al primer saludo y la esperada reflexión sobre lo ocurrido en el último show.

Chizzo abrazó su guitarra como buscando contención y con claridad y firmeza habló por primera vez del accidente ocurrido en el autódromo de La Plata: “La muerte de Miguel fue un golpe muy duro para nosotros. Cado uno de ustedes no son un número o una entrada, son una célula de La Renga…. él fue un seguidor desde los primeros tiempos…sabemos que esta noche está con todos nosotros, también está su familia, sus amigos, su mujer. Por eso este recital está enteramente dedicado para él, porque sabemos que esta es la música que más le gustaba”

Entre aplausos y pieles erizadas El Twist del Pibe arrancó con furor …LE CRUZÓ EN MEDIO DEL CAMINO LA SONRISA DE LA MUERTE aullaban todas las voces mientras en las pantallas un video homenaje a Miguel invitaba a cantar con furia y emoción.

La lista intercaló temas de Algún Rayo (Dioses de Terciopelo, Inventa un Mañana, Algún Rayo, Lunáticos, Poder) con los clásicos de siempre y temas viejos que hacía tiempo no sonaban en vivo (Cuando Vendrán, El Juicio del Ganso, El viento que todo Empuja, Lo Frágil de la Locura). Las luces encandilaban miradas, el escenario gigantesco representaba una maquinaria soberbia. Un engranaje exquisito que ensamblaba a la perfección música, imágenes y espíritus cautivos frente a las tablas.

De eso se trata la Renga; una máquina ajustada, poderosa y apasionante al mismo tiempo. Una banda capaz de despertar una pasión inexplicable. Cada canción, cada estrofa llegan directo al alma transformándose en pura energía que retroalimenta un sentimiento entrañable. Sentir en lo profundo que somos libres, que tenemos fuerza infinita, saber que podemos volver a sentir aunque la vida se empeñe en anestesiarnos.

Apenas pasada la medianoche una vez más Hablando de La Libertad marcó el final del recital, el principio de la retirada. Otra vez a los micros, al auto, a caminar livianos destilando euforia, con la sensación de sentirse invencibles al menos por un rato más. Dejar el cansancio de lado para saber que todo valió la pena y volver a creer eso de Poder para Poder; aunque mañana volvamos a ser los mismos de siempre.

GRACIAS A LA RENGA POR DEJARNOS ESTAR

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